Ryuichi  Yahagi

arriba y abajo / Omar Gasca

abril de 2008

Ryuichi Yahagi es escultor y fotógrafo, pero sobre todo un artista de nuestros días que sabe ver, en lo ya visto, esa otra cosa que sólo es sensible al ojo entrenado,   al que no se le escapan los reflejos y los proyecta al ámbito de la reflexión.  Es lo propio de un artista: ver de otra manera y hacer de lo visto y con ello una llamada de atención. 

De eso trata esta muestra sencilla, minimal como suelen ser las suyas, en la que ofrece un repertorio de alrededor de cien fotografías intencionalmente borrosas de paredes exteriores de casas típicas xalapeñas, caracterizadas por estar pintadas a dos colores, con una división horizontal que separa el claro de arriba del oscuro de abajo, éste conocido como rodapié, aunque el nombre también alude al ornamento de madera, tela u otra cosa con que pudorosa y victorianamente se cubren alrededor los pies de las camas, mesas y otros muebles, y a la tabla o celosía que se sitúa en la parte inferior de la barandilla de los balcones para que no se vean los pies, las piernas, los calzones (o su falta) de las personas asomadas en ellos.

La división de colores, no siempre armoniosa, con el oscuro abajo, obedece a la intención de proteger el muro en su parte más vulnerable, con el consecuente ahorro en mantenimiento que representa no tener que repintarlo todo si es dañado por la mano del hombre o la humedad. 

Pero a Yahagi le interesa más la idea de signos de identidad,  en tanto constantes cuyo valor estético se acompañaría de una suerte de relación dialéctica entre lo de arriba y lo de abajo, de un diálogo entre cielo y tierra sugerido por la naturaleza respectiva de los colores y tonos, lo que explicaría de algún modo una decisión que parece extravagante si se desconoce su razón.

Con sorpresa, con admiración, con un ojo que es a la vez foráneo pero vecino, el artista fotografía, da cuenta, hace una serie y pone en evidencia, pero lo hace desenfocando, restando nitidez a la obvia división del muro, para al final presentar imágenes que hacen las veces de un concierto visual estable, discreto, al modo de unas abstractas y semigeométricas variaciones sobre un tema.