FLORES COTIDIANAS, POR RYUICHI YAHAGI
Dentro de las libertades que el artista ha conquistado a través de la historia, está la apropiación. El creador pide prestado, renta, reconstruye, reinventa, para enseñarnos a ver la realidad con otros ojos. Su mirada, teñida de subjetividad, es una invitación a reinterpretar la vida. Es así que Ryuichi Yahagi (Japón, 1967), decide un día homenajear a aquellas flores artificiales que de manera anodina pueblan nuestra cotidianeidad sin mayores repercusiones, para darles un nuevo matiz y hacer de ellas una obra de arte.
Estas sencillas manifestaciones de la naturaleza, cuya infinita variedad y gracia son objeto del arte desde tiempos inmemoriales, han tomado nuestros comercios y productos y se han transformado en patrones, diseños, anuncios, decoraciones, moda, en un catálogo heterogéneo donde no tienen más espacio que en el gusto del consumidor. Sin embargo, su función estética -abordada en todas las culturas y nunca abandonada- es una muestra rotunda de la belleza de lo efímero, del poder emotivo de lo natural, adornado por colores, morfologías diversas, perfumadas, en una suerte de recetario cuya inspiración perdura en nuestros sentidos más allá de la fugacidad de un ramo de flores.
Desde su formación artística y su profundo interés por el arte conceptual, Yahagi se apropia de estas flores cotidianas arrumbadas en los espacios de la sociedad actual para darles un nuevo lugar, dignificando su impacto y elaborando una propuesta artística singular, donde hay cabida para la pintura, la gráfica, la moda, la escultura, y materiales variopintos que nos invitan a repensar la belleza de lo cotidiano. Según palabras del propio artista:
Estas flores artificiales son más comunes que las naturales para muchas personas; por ejemplo, pinto empleando el proceso tradicional de pintar, de modo que antes ésta era una flor vulgar que cualquiera podía comprar en una tienda, y ahora es una obra única.
Esta producción tiene que ver con una de las ideas nodales de la obra plástica de Yahagi: su indagación en torno a las ideas de original y copia. Tendemos a depositar en el objeto original el valor más destacado, entendiendo que es irreemplazable. Yahagi nos comparte un planteamiento distinto por completo: es posible dotar a la copia permutada todo el valor artístico y conceptual del que carece el modelo original inserto en la naturaleza, cuya fecha de caducidad es tan rápida. Es más, nos propone reutilizar como punto de partida un diseño artificial devaluado, para reconvertirlo en una flor eterna, en una obra de arte.
Cabe añadir que el artista nipón se preocupa por conseguir un acabado correcto, cuidando en extremo la manufactura de los trabajos, aumentando la cualidad de lo bello que flota en la superficie de cada una de estas creaciones.
Disfrutemos pues, de estas Flores cotidianas, y apropiémonos no sólo de ellas como obra de arte: trascendamos las fronteras de lo cotidiano para tener presente en nuestras conciencias que la maravilla de lo real requiere de ser redescubierta cada día, luchando contra la parsimonia del pensamiento al que nos aboca nuestra dinámica diaria de trabajo. Participemos de la reconstrucción de lo bello y su trascendencia, siguiendo la estela de Yahagi en esta impactante colección.